Tu infeliz y tonta juventud. tu llegada de provincias a la ciudad. empañadas ventanillas de tranvías, inquieta tristeza del gentío. tu temor a entrar en un lugar demasiado caro. pero todo era demasiado caro. Demasiado elevado. esas gentes debían notar tus modales toscos, tus ropas pasadas de moda y tu torpeza. No hubo nadie que se parara a tu lado y te dijera: eres un chico guapo, eres fuerte y sano, tus desgracias son imaginarias. No habrías envidiado a un tenor con abrigo de pelo de camello, si hubieras adivinando su miedo y sabido cómo moriría. Ella, la pelirroja, por quien sufres tormentos, de tan bella que te parece, es una muñeca en llamas. no entiendes lo que chilla con sus labios de payaso. Las sombras de los sombreros. El corte de los trajes de ceremonia, rostros en los espejos, recordarás todo eso borrosamente, como algo muy lejano, o como jirones de un sueño. La casa a la que te acercas tembloroso, el apartamento que te deslumbra, -mira, allí como desescombran las grúas. A tu vez, tendrás, poseerás, conseguirás, podrás ser orgulloso al fin, cuando no haya motivo. Tus deseos se cumplirán, y entonces mirarás boquiabierto, la esencia del Tiempo, entretejido de humo y de niebla. Un irisado entramado de vida que duran un día, que se alza y se desploma como un mar inalterable. Los libros que has leído serán inútiles ya. Buscaste una respuesta, pero viviste sin respuesta. Caminarás por las calles de ciudades sureñas, devuelto a tus orígenes, contemplando de nuevo extasiado, la blancura de un jardín tras la primera nieve nocturna.
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