Esta actividad literaria llamada también "regionalismo" se afianza en Hispanoamérica en las tres primeras décadas del siglo XX .Los escritores muestran una definida posición nacionalista en el arte y una conciencia literaria madura. Son americanistas también, en cuanto se desentienden del peso de las tradiciones europeas y centran su interés en nuestro continente.A diferencia de los americanistas del período romántico (Echeverría y otros) y de los indigenistas de la misma época ( Zorrilla de San Martín y otros), ponen su objetivo en el paisaje antes que en los individuos. Por esto son notoriamente descriptivos. Además, los personajes de sus obras son por lo común víctimas de esa naturaleza americana, brutal, inhóspita y grandiosa.Asimismo, son excelentes artistas que dominan la técnica de la novela, el relato o el cuento, ya maduros por esos años en Hispanoamérica, después de la maestría literaria que habían revelado en sus obras los poetas y prosistas del modernismo. Continúan esta tradición modernista de hacer verdadero arte escrito, pero con contenidos nacionales, antes que los cosmopolitas preferidos por sus predecesores.Dominan el manejo de la lengua y conocen a fondo los regionalismos de vocabulario sintácticos, que usan sin prejuicios en sus obras. Los diálogos se caracterizan por la fidelidad a las hablas locales.Finalmente, conocen a fondo la psicología de los habitantes de esas regiones, y los presentan con exageraciones o idealizaciones irreales.Los más grandes representantes del movimiento criollista en Hispanoamérica fueron Rómulo Gallegos (Venezuela), José Eustasio Rivera (Colombia), Horacio Quiroga (Uruguay-Argentina), Ricardo Güiraldes y Benito Lynch (Argentina).
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