Extractos de una nota aparecida en NPR sobre el libro “El mago y la habilidad con los naipes” de Karl Johnson.
Para Dai Vernon, amador Villaseñor era una jugada con suerte, como tres ases en la última jugada de una mala noche. Para la policía de Wichita, que lo buscó por mas de tres años, Villaseñor era un apostador, un mentiroso de las cartas, un ladrón y un asesino.
Aunque quizá no era un asesino de primer grado. Villaseñor juró haber actuado en defensa propia, y la policía y sus carceleros creían lo que el decía. La diferencia la daba un detalle técnico, algo simple, pero para él significaba la vida.
Después de todo, Villaseñor le había quitado la vida a alguien. Había confesado que había disparado a un Benito Lejia y lo dejó morir en un oscuro callejón en una caliente noche de verano de 1929.
Villaseñor incluso contó como ese hombre, que al igual que Villaseñor era un mexicano en sus veinte años, inmigrante ilegal y jugador, se arrastró sobre sus rodillas ensangrentadas al bar de Manuel Garcia mientras él huía en su automóvil.
Vernon, recién llegado a Wichita, poco sabía de los motivos que habían llevado a Villaseñor a una cárcel cuando fue a visitarlo una fría noche de invierno de 1932. Para Vernon simplemente era algo sin importancia.
Lo que captó la atención de Vernon esa noche fue la posibilidad de aprender algo de Villaseñor ya que Vernon era un mago, un artista, su obsesión era la magia. En esta estapa, a los 37 años, estaba totalmente obsesionado con la magia.
La magia podía lograr mantener despierto a Vernon por días. En los años veinte la magia había sabido ofrecer un cocktail de glamour y estrellas, elegancia y escape del mundo de todos los días. Para la mayoría de los magos populares de la época, cuanto más mejor; los shows eran espectáculos increíbles a gran escala, como el trajeado Howard Thurston, Goldin y su famoso show glamoroso suspendiendo en el aire un vehículo con 7 hermosas mujeres. En cambio para Vernon la magia no estaba en el tamaño del escenario o en la cantidad de entradas vendidas.
Vernon empezó a aparecer en las tiendas de magia de Nueva york alrededor del final de la primera guerra mundial. Era un canadiense con un estilo único y particular con los naipes y fue haciéndose camino hasta llegar a la cima donde sólo los magos más importantes de la historia del arte han podido llegar.
Rápida y silenciosamente él pudo llevar al arte a una nueva dirección.
Era lo opuesto a un ilusionista clásico. En vez de más ampulosa y rápida, Vernon prefería hacer magia más casual y, por ende, natural. Y mientras se hizo conocido, un pequeño grupo de magos y artistas del “sleight of hand” se reunió para seguirlo. Era un grupo de asesinos matando las antiguas maneras victorianas de hacer magia. Vernon fue el Lenin de este grupo de revolucionarios.
Volvió magos a Picasso, a Hemingway, a Duke Ellington.
Vernon tenía poco interés en los shows de escenario a la vieja usanza. El creía que ningún acto de ilusionismo podía superar a las manos hábiles o a un truco de mentalismo. Para él, el futuro de la magia no estaba en grandes escenarios adornados sino en la belleza de una mano desnuda haciendo de las suyas con ojos atentos mirándolas a centímetros de distancia.
Los naipes fueron el primer amor de Vernon. Era la primera opción a la hora de mostrar sus audaces habilidades. Fue él quien partió del clásico truco de elegir cartas para avanzar al simple hecho de que pienses una carta sin la necesidad de tocar siquiera el mazo y luego mirarte directo a los ojos para decirte exactamente y sin rodeos qué carta pensaste, y siempre con una historia intrigante y maravillosa.
La cárcel de Wichita era un edificio imponente que poseía el equivalente a una ciudad pequeña de reos en su interior, más de 800, desde asesinos hasta falsificadores de cheques. A partir de la depresión, una nueva clase de prisionero empezó a aparecer -callejeros, borrachos y otros buscadores de un plato de comida caliente y un lugar seco donde dormir. El amigo de Vernon, Faucett Ross, un compañero mago, le había dado el dato de un apostador habilidoso con los naipes y Dai no desaprovechó la oportunidad. Por lo tanto, fue con Ross a visitar a Villaseñor.
“Muéstrales a estos señores lo que puedes hacer con las cartas”, le dijo el guardia a Villaseñor cuando lo sacó de la celda. Villaseñor era más joven que Vernon, tenía alrededor de 29 años, de aspecto recio y con un inglés inseguro, parecía impaciente por mostrarles a los visitantes sus trucos. Tenía en su repertorio varios juegos, todos ellos para ganarse la vida en casinos y bares, se veía que su estilo era el de un trabajador de minas y no el de un mago profesional, pero sus movimientos no tenían desperdicio.
“Tú has sido un apostador toda tu vida ¿verdad?” preguntó Vernon luego de que Villaseñor mostrara todos sus trucos. Villaseñor asintió la pregunta de Vernon.“Bien”, continuó Vernon, “¿alguna vez has visto algo inusual?, has jugado toda tu vida, ¿has visto alguna vez algo que no hayas entendido?”
El inglés de Villaseñor no era muy claro pero no dudó en responder… “En Kansas City… ahí pude ver un tipo que repartía las cartas desde el centro del mazo…”
De repente las palabras lograron electrizar a Vernon que comenzó a hacerle preguntas inmediatamente y marcó el comienzo de su gran búsqueda por todo el mundo… Vernon buscó hasta el último de sus días ese truco, esa habilidad especial para maravillar a las personas. No sé si algún día haya parado en ese viaje… no sé si algún día se haya dado cuenta de que la magia que él poseía maravillaba a todo el mundo. Lo que sí sé es que Dai Vernon fue un padre, un mentor y un profesor para todos los magos del mundo.
Para Dai Vernon, amador Villaseñor era una jugada con suerte, como tres ases en la última jugada de una mala noche. Para la policía de Wichita, que lo buscó por mas de tres años, Villaseñor era un apostador, un mentiroso de las cartas, un ladrón y un asesino.
Aunque quizá no era un asesino de primer grado. Villaseñor juró haber actuado en defensa propia, y la policía y sus carceleros creían lo que el decía. La diferencia la daba un detalle técnico, algo simple, pero para él significaba la vida.
Después de todo, Villaseñor le había quitado la vida a alguien. Había confesado que había disparado a un Benito Lejia y lo dejó morir en un oscuro callejón en una caliente noche de verano de 1929.
Villaseñor incluso contó como ese hombre, que al igual que Villaseñor era un mexicano en sus veinte años, inmigrante ilegal y jugador, se arrastró sobre sus rodillas ensangrentadas al bar de Manuel Garcia mientras él huía en su automóvil.
Vernon, recién llegado a Wichita, poco sabía de los motivos que habían llevado a Villaseñor a una cárcel cuando fue a visitarlo una fría noche de invierno de 1932. Para Vernon simplemente era algo sin importancia.
Lo que captó la atención de Vernon esa noche fue la posibilidad de aprender algo de Villaseñor ya que Vernon era un mago, un artista, su obsesión era la magia. En esta estapa, a los 37 años, estaba totalmente obsesionado con la magia.
La magia podía lograr mantener despierto a Vernon por días. En los años veinte la magia había sabido ofrecer un cocktail de glamour y estrellas, elegancia y escape del mundo de todos los días. Para la mayoría de los magos populares de la época, cuanto más mejor; los shows eran espectáculos increíbles a gran escala, como el trajeado Howard Thurston, Goldin y su famoso show glamoroso suspendiendo en el aire un vehículo con 7 hermosas mujeres. En cambio para Vernon la magia no estaba en el tamaño del escenario o en la cantidad de entradas vendidas.
Vernon empezó a aparecer en las tiendas de magia de Nueva york alrededor del final de la primera guerra mundial. Era un canadiense con un estilo único y particular con los naipes y fue haciéndose camino hasta llegar a la cima donde sólo los magos más importantes de la historia del arte han podido llegar.
Rápida y silenciosamente él pudo llevar al arte a una nueva dirección.
Era lo opuesto a un ilusionista clásico. En vez de más ampulosa y rápida, Vernon prefería hacer magia más casual y, por ende, natural. Y mientras se hizo conocido, un pequeño grupo de magos y artistas del “sleight of hand” se reunió para seguirlo. Era un grupo de asesinos matando las antiguas maneras victorianas de hacer magia. Vernon fue el Lenin de este grupo de revolucionarios.
Volvió magos a Picasso, a Hemingway, a Duke Ellington.
Vernon tenía poco interés en los shows de escenario a la vieja usanza. El creía que ningún acto de ilusionismo podía superar a las manos hábiles o a un truco de mentalismo. Para él, el futuro de la magia no estaba en grandes escenarios adornados sino en la belleza de una mano desnuda haciendo de las suyas con ojos atentos mirándolas a centímetros de distancia.
Los naipes fueron el primer amor de Vernon. Era la primera opción a la hora de mostrar sus audaces habilidades. Fue él quien partió del clásico truco de elegir cartas para avanzar al simple hecho de que pienses una carta sin la necesidad de tocar siquiera el mazo y luego mirarte directo a los ojos para decirte exactamente y sin rodeos qué carta pensaste, y siempre con una historia intrigante y maravillosa.
La cárcel de Wichita era un edificio imponente que poseía el equivalente a una ciudad pequeña de reos en su interior, más de 800, desde asesinos hasta falsificadores de cheques. A partir de la depresión, una nueva clase de prisionero empezó a aparecer -callejeros, borrachos y otros buscadores de un plato de comida caliente y un lugar seco donde dormir. El amigo de Vernon, Faucett Ross, un compañero mago, le había dado el dato de un apostador habilidoso con los naipes y Dai no desaprovechó la oportunidad. Por lo tanto, fue con Ross a visitar a Villaseñor.
“Muéstrales a estos señores lo que puedes hacer con las cartas”, le dijo el guardia a Villaseñor cuando lo sacó de la celda. Villaseñor era más joven que Vernon, tenía alrededor de 29 años, de aspecto recio y con un inglés inseguro, parecía impaciente por mostrarles a los visitantes sus trucos. Tenía en su repertorio varios juegos, todos ellos para ganarse la vida en casinos y bares, se veía que su estilo era el de un trabajador de minas y no el de un mago profesional, pero sus movimientos no tenían desperdicio.
“Tú has sido un apostador toda tu vida ¿verdad?” preguntó Vernon luego de que Villaseñor mostrara todos sus trucos. Villaseñor asintió la pregunta de Vernon.“Bien”, continuó Vernon, “¿alguna vez has visto algo inusual?, has jugado toda tu vida, ¿has visto alguna vez algo que no hayas entendido?”
El inglés de Villaseñor no era muy claro pero no dudó en responder… “En Kansas City… ahí pude ver un tipo que repartía las cartas desde el centro del mazo…”
De repente las palabras lograron electrizar a Vernon que comenzó a hacerle preguntas inmediatamente y marcó el comienzo de su gran búsqueda por todo el mundo… Vernon buscó hasta el último de sus días ese truco, esa habilidad especial para maravillar a las personas. No sé si algún día haya parado en ese viaje… no sé si algún día se haya dado cuenta de que la magia que él poseía maravillaba a todo el mundo. Lo que sí sé es que Dai Vernon fue un padre, un mentor y un profesor para todos los magos del mundo.
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