En la costa norte, desde el Loa hasta el Aconcagua, prosperó un grupo de pescadores llamados changos por los españoles. Eran anchos de espalda, con una estatura media que oscilaba alrededor de 1,60 metro en los hombres y 1,45 metro en las mujeres. Dormían en toldos de cuero de lobo, sostenidos por troncos de quiscos o costillas de ballenas y fabricaban embarcaciones con cueros de lobo marino inflados.
Para confeccionar una de estas embarcaciones se requerían los cueros de cuatro lobos machos. Se les ponía en agua dulce para ablandarlos, luego los cortaban con intestinos de los propios animales, en forma de bolsones: en una de las puntas se introducía un tubo de caña por el cual se soplaba para inflar el bolsón. Una vez lleno de aire se retiraba, el agujero se cosía, y las costuras eran cubiertas con mezclas de aceite y grasa de lobo mar, quedando así, selladas e impermeabilizadas.
Embarcación de los changos
Con dos de esos bolsones se hacía la balsa. Los extremos eran amarrados con sogas y en la parte central se colocaba un tablado, atado a ambos bolsones, donde se sentaba el navegante.
Con estas embarcaciones, frágiles en apariencia, los changos podían pasar días en el mar. Incluso navegar hacia el Sur. Algunos fueron vistos hasta en la desembocadura del río Maule, en épocas históricas tardías.
Los changos se desplazaban por las caletas del Norte buscando mariscos en las rocas y aventurándose en el mar para pescar. Cazaban, incluso, lobos de mar valiéndose de arpones, también utilizaban para la pesca redes hechas con intestinos de lobos marinos o fibra de totora trenzada.
No se sabe si realmente eran un grupo independiente o antiguas colonias de los pueblos del interior. Sus viviendas también las construían en toldos de cueros de lobo, sostenidos por troncos de quiscos o costillas de ballena.
Su constante deambular por las costas del Norte los llevó a no sobrepasar en grupos la docena de familias, de lo cual se deduce que no sobrepasaron el nivel de bandas, teniendo como núcleo básico la familia.
0 comentarios