11 de septiembre de 2008.- "¿De qué torres gemelas me hablas?", me contestó Amin hace cinco años cuando le pregunté sobre el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York. Director de escuela en una zona rural en la provincia de Samangan, en el centro de Afganistán, y por lo tanto, una de las pocas personas educadas del pueblo. Conocía bien lo que había ocurrido en Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001, pero no tenía ni idea de que los dos edificios que se vinieron abajo fueran torres, y aún menos gemelas. No había visto ni una sola vez las famosas imágenes, que hoy todas las televisiones vuelven a reponer, sobre el hundimiento del World Trade Center. Mujeres afganas, ayer en Kabul, exigen que se juzgue a los criminales de guerra. (Foto: Mònica Bernabé)
En un país sin electricidad y donde la televisión estaba prohibida durante la época de los talibán, pocos afganos fueron espectadores de las imágenes que tanto dieron la vuelta al mundo. Sin embargo, casi todos estuvieron pegados al transistor aquel día y los siguientes, conscientes de que lo que ocurría en la otra punta del planeta podía cambiar sus vidas.
"Estados Unidos acusaba a Osama Ben Laden del ataque y entonces los talibán daban cobijo a Ben Laden, por lo tanto, era evidente que algo podía ocurrir en Afganistán", justifica Amin. Y así fue. Casi un mes después del atentado, el 7 de octubre del 2001, las tropas estadounidenses iniciaban una ofensiva en Afganistán para derrocar el régimen de los talibán y cazar al terrorista más buscado del mundo, que continúa en paradero desconocido.
Siete años después, los afganos viven ausentes de la efeméride. Si se pregunta a cualquiera en la calle en Kabul qué día es hoy, pocos caerán en la cuenta de que se conmemora el famoso 11 de septiembre. Tan sólo los extranjeros que vivimos en Afganistán tenemos bien presente la fecha, pues toda la comunidad internacional se encuentra en situación de alerta ante la posibilidad de que haya un atentado contra objetivos extranjeros.
Desde el 2001, Afganistán, y en particular Kabul, han experimentado una auténtica metamorfosis. Decir que nada ha cambiado desde entonces, sería mentir burdamente. Prueba de ello, por ejemplo, son las muchas asociaciones femeninas que surgieron en Afganistán tras la caída del régimen de los talibán y que ahora continúan trabajando para fomentar la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres. Los muchos colegios y clínicas que se han construido, y los otros proyectos de cooperación que se están llevando a cabo. O la importante presencia extranjera en el país, tanto civil como militar. Esta última muy cuestionada desde hace meses por los ataques contra objetivos civiles.
Si se pregunta a los afganos, sin embargo, muchos contestarán que todo continúa igual desde el 2001 pues, de hecho, sus condiciones de vida poco han cambiado. Continúa sin haber electricidad –incluso en la capital, Kabul, el suministro se limita a cuatro o cinco horas al día-, el acceso al agua potable también es reducido, la asistencia médica insuficiente y a menudo nefasta, el precio de los alimentos básicos se ha disparado, y la seguridad va de mal en peor. Los talibán se encuentran a tan sólo 45 kilómetros de Kabul.
Además, los criminales de guerra siguen en el poder –son ministros en el gobierno o diputados en el Parlamento- después de que la intervención militar de Estados Unidos en Afganistán en el 2001 los catapultara hasta allí. Las tropas norteamericanas se limitaron a liderar la campaña aérea contra los talibán, mientras cedieron la invasión terrestre a las fuerzas de la Alianza del Norte –formada básicamente por antiguos señores de la guerra-, que después reclamaron como compensación ocupar cargos de poder.
Sin ser conscientes de que hoy es 11 de septiembre ni que las Torres Gemelas se hundieron tal día como hoy hace siete años, medio centenar de mujeres víctimas de la guerra se han reunido hoy en Kabul. Para exigir justicia y pedir que no se olvide a los millares de víctimas de la guerra en Afganistán -muchas más que en los atentados contra Estados Unidos,- a pesar de que en el calendario no se conmemore ninguna efeméride.
En un país sin electricidad y donde la televisión estaba prohibida durante la época de los talibán, pocos afganos fueron espectadores de las imágenes que tanto dieron la vuelta al mundo. Sin embargo, casi todos estuvieron pegados al transistor aquel día y los siguientes, conscientes de que lo que ocurría en la otra punta del planeta podía cambiar sus vidas.
"Estados Unidos acusaba a Osama Ben Laden del ataque y entonces los talibán daban cobijo a Ben Laden, por lo tanto, era evidente que algo podía ocurrir en Afganistán", justifica Amin. Y así fue. Casi un mes después del atentado, el 7 de octubre del 2001, las tropas estadounidenses iniciaban una ofensiva en Afganistán para derrocar el régimen de los talibán y cazar al terrorista más buscado del mundo, que continúa en paradero desconocido.
Siete años después, los afganos viven ausentes de la efeméride. Si se pregunta a cualquiera en la calle en Kabul qué día es hoy, pocos caerán en la cuenta de que se conmemora el famoso 11 de septiembre. Tan sólo los extranjeros que vivimos en Afganistán tenemos bien presente la fecha, pues toda la comunidad internacional se encuentra en situación de alerta ante la posibilidad de que haya un atentado contra objetivos extranjeros.
Desde el 2001, Afganistán, y en particular Kabul, han experimentado una auténtica metamorfosis. Decir que nada ha cambiado desde entonces, sería mentir burdamente. Prueba de ello, por ejemplo, son las muchas asociaciones femeninas que surgieron en Afganistán tras la caída del régimen de los talibán y que ahora continúan trabajando para fomentar la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres. Los muchos colegios y clínicas que se han construido, y los otros proyectos de cooperación que se están llevando a cabo. O la importante presencia extranjera en el país, tanto civil como militar. Esta última muy cuestionada desde hace meses por los ataques contra objetivos civiles.
Si se pregunta a los afganos, sin embargo, muchos contestarán que todo continúa igual desde el 2001 pues, de hecho, sus condiciones de vida poco han cambiado. Continúa sin haber electricidad –incluso en la capital, Kabul, el suministro se limita a cuatro o cinco horas al día-, el acceso al agua potable también es reducido, la asistencia médica insuficiente y a menudo nefasta, el precio de los alimentos básicos se ha disparado, y la seguridad va de mal en peor. Los talibán se encuentran a tan sólo 45 kilómetros de Kabul.
Además, los criminales de guerra siguen en el poder –son ministros en el gobierno o diputados en el Parlamento- después de que la intervención militar de Estados Unidos en Afganistán en el 2001 los catapultara hasta allí. Las tropas norteamericanas se limitaron a liderar la campaña aérea contra los talibán, mientras cedieron la invasión terrestre a las fuerzas de la Alianza del Norte –formada básicamente por antiguos señores de la guerra-, que después reclamaron como compensación ocupar cargos de poder.
Sin ser conscientes de que hoy es 11 de septiembre ni que las Torres Gemelas se hundieron tal día como hoy hace siete años, medio centenar de mujeres víctimas de la guerra se han reunido hoy en Kabul. Para exigir justicia y pedir que no se olvide a los millares de víctimas de la guerra en Afganistán -muchas más que en los atentados contra Estados Unidos,- a pesar de que en el calendario no se conmemore ninguna efeméride.
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