Un investigador japonés ha confirmado las afirmaciones científicas de dos grandes personajes que destacaron en campos muy diferentes al de la ciencia pura: Immanuel Kant y Johann Wolfgang von Goethe. El biólogo Takashi Hashimoto, utilizando las más avanzadas técnicas genéticas, ha avanzado en el conocimiento del misterioso crecimiento espiralado de las plantas. Es la proteína tubulina la responsable de si una planta crece girando en sentido del reloj o en contra del sentido del reloj. El equipo de Hashimoto confirma que esta proteína de microtúbulos, conocida por su implicación en la división celular, forma haces, cintas y, finalmente, verdaderas fibras que se van agregando e intervienen decisivamente en la construcción de las paredes celulares. Esto lo pudieron comprobar estudiando la planta de moda entre los biólogos, la Arabidopsis thaliana, comúnmente llamada oruga, que es una planta común (realmente considerada una mala hierba) que crece al borde de los caminos. Aparentemente su recto tallo no permite apreciar el misterio de por qué el crecimiento celular se produce en espiral y si la dirección de crecimiento es hacia la izquierda o la derecha. Utilizando técnicas genéticas lograron crear una planta mutante que crecía girando hacia la izquierda. La diferencia mínima entre uno y otro tipo de planta la da un solo aminoácido, la serina, que es sustituida por la fenilanina. El equipo de Hashimoto ha descubierto que la mutación de aminoácido es suficiente para provocar un cambio brusco en el interior de la proteína. Esto hace que no se produzcan fibras lisas sino estructuras en forma de tornillo. Esta estructura se reproduce hasta lo macroscópico y provoca un crecimiento espiralado hacia la izquierda. El químico Henri Brunner de la Universidad de Regensburg, ha averiguado que ya Kant atinó al afirmar que la característica de las plantas de crecer espiraladamente no dependía de influencias externas, sino que esto se encontraba en su propio germen. Curiosamente Immanuel Kant, aparte de su ingente labor filosófica, en su afán de hombre ilustrado y enciclopédico, escribió notables tratados de fenómenos del mundo natural. También Goethe, a la vez que genial escritor, no ocultaba su fascinación por el mundo natural, destacando por su teoría de los colores. Él afirmaba, que el proceso de crecimiento en las plantas se daba en diferentes etapas. Él mismo se consideraba antes científico de la naturaleza que poeta.
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